Violencia de género en el lenguaje periodístico
vía: Animal Político
Los estereotipos de género en el periodismo vulneran los derechos de las mujeres ya que son concepciones que se limitan a abordar detalles de la vida privada y la conducta, en donde los roles aspiracionales las dibujan ya no como sujetos (científicas, escritoras, militantes de una causa), sino como objetos del discurso (aristócratas, bailarinas, cantantes en poca ropa, hijas o madres abnegadas).
Por: Proyecto Violencia y Medios
El Unión de Jalisco ─periódico de la red de El Universal─ el 21 de enero de 2014 publicó una nota de la cantante michoacana Melissa Plancarte refiriéndose a ella por primera vez como la “Barbie Templaria”, debido al vínculo familiar y supuesto criminal con uno de los líderes de Los Caballeros Templarios, Enrique Plancarte.A partir de esa nota la mujer tuvo presencia mediática durante tres meses hasta que su padre fue “abatido” en abril. Melissa Plancarte nunca estuvo involucrada en un proceso penal, lo que sí existió fue una sentencia mediática sustentada en las relaciones de violencia de género, al grado que, con tal exposición, ella misma terminó por asumir el rol de figura plástica y aspiracional.El análisis de la cobertura periodística del caso Melissa Plancarte permite identificar cómo a través del lenguaje se violentan las identidades de las mujeres en los medios de comunicación. Para demostrarlo se utiliza el análisis del discurso de la unidad: “Barbie templaria”. En el CUADRO 1 los resultados muestran cómo se utilizaron el tema principal, el complemento y sus ramificaciones.
Con la reproducción de los apodos el discurso periodístico logra equiparar conceptos disímiles bajo mismas significaciones. El apodo de Melissa Plancarte se mencionó en 104 ocasiones en 39 notas, es decir, son 2.6 menciones por nota, a diferencia de su nombre, que sólo tuvo 57 menciones, para un promedio de 1.4, que son 53.8% menos. Las notas en periódicos fueron las que más repitieron el apodo que genera el estereotipo: 3 por nota.
Así, “Princesa”, “Barbie”, “Cantante”e “Hija” terminan por compartir un significado. Son estereotipos ─afirma Hannah Arendt (Sobre la violencia, 1970)─ que generan violencia al producir discriminación e intolerancia a través de un conjunto de identidades falsas formuladas en el capitalismo: machistas, patriarcales e individualistas.
Estos estereotipos de género en el periodismo vulneran los derechos de las mujeres ya que son concepciones que se limitan a abordar detalles de la vida privada y la conducta, en donde los roles aspiracionales las dibujan ya no como sujetos (científicas, escritoras, militantes de una causa), sino como objetos del discurso (aristócratas, bailarinas, cantantes en poca ropa, hijas o madres abnegadas). Son las mujeres como propiedad de alguien más: se es princesa pero “de la banda”; se es hija pero “del capo”; o se es solamente un objeto más: la “barbie templaria”.
Estos estereotipos funcionan discursivamente mejor ─de acuerdo con Anna María Fernández Poncela (El lenguaje que violenta, 2012:152)─ cuando se les empequeñece “en menores: nena, niña, cuando no en objeto: muñeca… objeto de protección… y quizá también desprecio… el androcentrismo prácticamente hace desaparecer a la mujer”.
Por ello es imprescindible desentrañar el uso de la violencia de género en el lenguaje. En la unidad discursiva “Barbie templaria” la combinación de los vocablos lleva explícita dos categorías de análisis identificables y contrastantes. La palabra barbie tiene que ver con aquello considerado estético, elegante o glamoroso; modelo occidental a seguir, estereotipo deseable de las niñas de un estilo de vida cómodo y ostentoso. Esta referencia colisiona con el aspecto negativo de templaria, como aquello que forma parte de una organización criminal. Detrás de “barbie templaria” se ubica la violencia hacia la mujer en el lenguaje, en el entorno social y en los procesos mediáticos que la cosifican, que hacen uso de ella y de su imagen para fines que no la dignifican sino que la convierten en una “mujer─objeto estético─violentable”.
La falsa identidad “mujer─objeto estético─violentable” es el significado segundo que subyace en el discurso periodístico. Se presenta en diferentes significantes y homogeneiza conceptos que originalmente son disímiles o, como afirma Roland Barthes, les vacía el contenido y deja sólo la cáscara: las formas visibles que la violencia de género vende a la agenda de los medios.
La FIGURA 1 describe cómo funciona el significado segundo de “Barbie templaria”. En el Código 1 vemos cómo el significado original (A) corresponde con el significante original (B): a la cantante Melissa Plancarte se le identifica con el sobrenombre de “Barbie templaria”; tan es así, que si en el periódico sólo publicaran (B), los lectores podrían descifrar (A).
Sin embargo, si el redactor del periódico decide escribir en su nota el significado 2 (C) –que corresponde al significado segundo que develamos en el análisis─, ¿las y los lectores entenderán que se refiere a la cantante Melissa Plancarte? Hay que observar la FIGURA 1 más de cerca.
Por su parte, el Código 2 demuestra que (B) al ser enunciado (d, e, f y g), conlleva mensajes complementarios (C) que son la intencionalidad doble del mensaje. En el caso de “Barbie templaria”, a través de cualquiera de sus significantes (B, d, e, f y g) conlleva los significados (A) y el segundo (C) relacionado con la violencia de género.
Asimismo se desprende que la intencionalidad del discurso es crear una identidad homogénea de las mujeres, ya que cualquiera de los significantes (B, d, e, f y g) de “Barbie templaria”remite al significado (C): “mujer─objeto estético─violentable”.
Así, la violencia de género es reproducida en los medios de comunicación como un acompañante de las ideas dominantes y de los paradigmas culturales. El caso de Melissa Plancarte demuestra que la violencia de género también es lingüística. Esta violencia simbólica, socio-cultural y psico-emocional-mental se formula y reproduce, por lo tanto, a través del discurso periodístico. No hay que olvidar lo que recuerda Fernández Poncela (2012:30): “los discursos y sus cargas valorativas, los mensajes y sus estrategias intencionales crean, recrean o transforman la construcción de los géneros”.
Proyecto Violencia y Medios de Insyde: Coordinación: Sergio Leñero Reveles; Investigación: Emilio Carranza Gallardo; Voluntarios: Verónica del Pino y Mauricio Alarcón.